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terça-feira, dezembro 14, 2010

DESAFIOS IBERO-AMERICANOS



Entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre se reúne en la hermosa ciudad de Estoril la XIX Cumbre Iberoamericana de Jefes Estado y de Gobierno.

Tengo la satisfacción y el privilegio de haber estado en todas las Cumbres Iberoamericanas. Si me hubieran dicho en la primera de estas reuniones de alto nivel --la que celebramos en Guadalajara (México) allá por el año 1991-- que se producirían diecinueve Cumbres sucesivas con la presencia de los Jefes de Estado y de Gobierno, lo habría puesto en duda. Y, sin embargo, así ha ocurrido. Eso significa que este esfuerzo se cimenta en raíces profundas que son, a la vez, un activo propio para la construcción de un futuro compartido. Raíces de este grupo de naciones que comparten tantas cosas: valores, tradiciones e historia, pero, también, migraciones, inversiones, turismo y respeto a nuestro origen mestizo de pueblos originarios, afrodescendientes e ibéricos

Quisiera referirme a trescuestiones. En primer lugar, a las repercusiones generales de la crisis en América Latina. En segundo lugar, al por qué la Cumbre ha elegido como tema central la innovación. Y por último, a cómo Iberoamérica puede aprovechar de cara al futuro la actual coyuntura y los desafíos que nos plantea la crisis.

Con respecto al primer punto, todos sabemos lo que significa esta crisis global profunda, cuya magnitud ha escapado a la capacidad de anticipación de los expertos.

Todos sabemos también sobre quién recaen las responsabilidades. Aquí lo que ha habido fundamentalmente es una creación de liquidez abundantey barata que ha conducido a la especulación y a la burbuja inmobiliaria . En algún momento surgieron los graves problemas que conocemos y que han puesto de manifiesto que el mercado no se autorregula en todos los casos. Al producirse la crisis quedó, además, patente la falta de una supervisión y regulación adecuadas, tanto del propio sector privado como de las instituciones internacionales. Quizá esa es la lección más importante que nos ha dejado la crisis.

La reacción mundial --de los Gobiernos, de los bancos centrales, de las tesorerías—ha sido rápida, y eficaz., sobre todo si establecemos comparaciones con los años treinta., Así como fue imprevisible la crisis, también nos está sorprendiendo la salida de ella. Si nos hubieran dicho en mayo del año pasado que hoy estaríamos con estos brotes verdes --que ya son más que brotes en algunos países y en algunas instituciones--, quizá lo hubiésemos puesto en duda.

En general, el mundo está saliendo de la crisis; algunos países antes que otros. Pero hay elementos que valdría la pena no perder de vista. Nos queda el problema del desempleo: la recuperación no viene acompañada de creación de empleo suficiente para dar trabajo a la gente. Nos deja además un problema muy serio de fiscalidad, sobre todo en los países desarrollados, tan comprometidos con el estado del bienestar y con el envejecimiento de la población venideros. Y deja a los países un problema muy grande de endeudamiento. Estos tres elementos no pueden ser soslayados, ya que nos avisan de que la vuelta a la normalidad será un proceso largo. La crisis nos deja, además, grandes desequilibrios en la economía mundial que serán difíciles de corregir. Desequilibrios que están generando enormes obstáculos para poner la economía en funcionamiento sin que se produzcan efectos no deseados sobre las mismas.

¿Cómo se proyecta todo esto sobre nuestra América Latina? El impacto lo hemos vivido. Al principio sufrimos la caída de las materias primas y tuvimos un problema muy serio con la contracción de las remesas. Setenta mil millones de dólares en remesas es mucho dinero, y este año la cifra va a caer un quince por ciento. Diez mil millones de dólares menos en el bolsillo de la gente pobre. También se nos cayó el turismo. Pero, a pesar de todo, la región, en su conjunto, capeó bien el temporal. Debemos distinguir al respecto dos grandes subregiones: la de Panamá para arriba, que tiene una relación muy estrecha con el ciclo norteamericano, y la Panamá para abajo, muy vinculada al ciclo asiático. Aquí las cosas han funcionado mejor, porque una economía como la china, con un crecimiento del ocho por ciento, sigue comprando, y los precios no se nos han desplomado como en los años treinta. Esto hace que, de Panamá hacia el sur, muchos países estén saliendo de la crisis sin haber pasado por la recesión. Estoy pensando en Perú, en Uruguay, en Chile…

¿Qué otros factores explican que hayamos soportado mejor la crisis? Yo opino, en primer lugar, que América Latina aprendió a manejar la economía. La gestión macroeconómica en Latinoamérica es hoy, con excepciones, mucho más profesional que nunca. Además, fuimos capaces de acumular reservas durante la época de la gran bonanza, en el primer quinquenio de esta década. Y hemos sido también conscientes de algo muy importante: la solidez del sistema bancario. La banca latinoamericana no ha sufrido los problemas que han atravesado los bancos de los países más poderosos. Y ello ha sido así porque tenemos una banca más eficaz y competitiva, que no cayó en la dependencia de los activos tóxicos ni se embarcó en las grandes aventuras con derivados que, en su exageración, condujeron a la crisis.

De manera que, todo eso junto, dio lugar a la existencia de una capacidad mucho mayor de respuesta. No olvido que muchas empresas latinoamericanas resultaron afectadas también por la caída del crédito internacional. Empresas que comenzaron a endeudarse en Estados Unidos, sobre todo, vivieron en el cuarto trimestre del año pasado un momento bastante difícil. Pero ya están saliendo del túnel. Creo que la región --sobre todo, como dije, de Panamá para abajo-- ha capeado el temporal mucho mejor de lo que hubiera hecho diez o quince años atrás. Los errores y los aciertos de la década de los 90 nos sirvieron para aprender a manejar un poco mejor las cosas, y esto merece ser destacado.

Nos quedan problemas, por supuesto. A corto plazo, uno cada vez más presente en la agenda de los Gobiernos: los grandes desequilibrios mundiales de liquidez. Existe un intenso flujo de capitales a corto plazo y de inversiones que están provocando un impacto muy alto en los tipos de cambio. Esta valorización del tipo de cambio se ha convertido en un dolor de cabeza para muchos de nuestros países, situación que no es fácil de administrar.

Éste es, en suma, el panorama: problemas globales a nivel internacional y problemas locales en una región que ha mejorado su capacidad de defensa, pero que tiene que hacer más y mejores deberes de los que ha venido haciendo.

Este año, Portugal tuvo la excelente idea de proponer que los Gobiernos discutan el tema de la innovación. La innovación y el conocimiento. Dos asuntos centrales que van a marcar el espíritu de esta Cumbre de Estoril.

Si algo sabemos con certeza es que el mundo que viene no será como el que dejamos. Todo será distinto: la sociedad, la economía, las relaciones internacionales. No digo que se vayan a producir los cambios dramáticos que sucedieron en los años treinta. Está en marcha un nuevo modelo económico, relacionado, en primer lugar, con la consolidación de las economías emergentes. Hoy día, ningún país del mundo, por fuerte que sea, puede por sí solo resolver los fuertes desequilibrios internacionales o regir las finanzas internacionales. Los países desarrollados tienen que compartir hoy la mesa con los nuevos estados emergentes: China, India, Brasil, México, Rusia… Eso significa que el poder económico mundial va a ser mucho más compartido de lo que lo fue nunca.

Este escenario exigirá una altísima capacidad de competencia. Va a ser un mundo muy competitivo y, que requerirá una mayor productividad. Lo único que no podremos exportar es ineficiencia, y en este aspecto tenemos una lección importante que aprender.

Pienso también que tendremos una mayor presencia de políticas públicas. Si es así, debemos dotarnos de un mejor Estado, porque el que tenemos, y estoy hablando de nuestra región, no resulta suficiente para atender las demandas de más peso en la conducción de la economía.

Y creo además que debemos crear un nuevo modelo de negocio. Aquí es donde aparece el tema de la innovación. Yo hablaría de innovación en dos grandes áreas: para la creación de una nueva estructura financiera internacional y para proporcionar a las economías competitividad con el fin de adaptarse al mundo que viene.

La transformación de la arquitectura financiera se produce cuando las cosas están realmente en caliente. Una vez se van arreglando, resulta muy difícil que exista la voluntad política para llevar adelante una reforma. Esta vez el buque partió en la reunión del G-20 en Washington, aunque albergo algunas dudas de que el clima de cambio que prevaleció en ese encuentro y luego en Londres se mantenga en adelante. Me da la impresión de que se ha enfriado un poco. Puede ser una sensación térmica, pero tengo la experiencia de que, cuando mejoran las nuevas condiciones económicas, la voluntad de cambiar se debilita. Espero que esto no ocurra. El mundo debe avanzar hacia un orden internacional que reconozca el peso relativo de los países emergentes en la construcción económica, con nuevos sistemas regulatorios y, ciertamente, nuevos sistemas de supervisión, y con el fortalecimiento, , del Fondo Monetario Internacional. No hay otra alternativa que otorgar al Fondo el papel de gran banquero central del mundo. Hay que reforzar, además, a los Bancos de Desarrollo y, en este sentido, si hemos hecho tanto por rescatar a la banca privada, debemos dotar a los Bancos de Desarrollo (estoy pensando en el BID y en el Banco Mundial) de recursos para ayudar a los países a salir de la crisis y, sobre todo, a competir en los mercados internacionales.

Tendremos que ver cómo armamos el nuevo multilateralismo. El G-20 se ha convertido en una realidad dinámica, pero hay que darles alguna forma de cabida a los demás países para que se sientan participantes en un mundo que pertenece a todos. Es un asunto complejo. Nadie puede ignorar la importancia de que un grupo de países que representa el ochenta y cinco por ciento de la comunidad mundial esté funcionando como tal, pero hay que buscar alguna manera de involucrar a la totalidad de los Estados, y ahí entran algunas iniciativas que están en marcha.

La primera innovación va por ese camino: el de la construcción de los procesos económicos internacionales. La segunda se refiere a los modelos de desarrollo. Si miramos para atrás, ¿sobre qué ha reposado el modelo en América Latina? Sobre materias primas baratas y mano de obra barata. Eso ha dado lugar a un crecimiento económico, pero no de alta calidad; el crecimiento de alta calidad se produce si somos capaces de sumar a las materias primas abundantes y a la mano de obra abundante una mayor cualificación del trabajo para poder ofrecer mayor competitividad, mejor inserción en las cadenas internacionales de valor , mejores salarios y niveles de vida. Es ahí donde nace la necesidad de innovar. Innovar en un sentido --y la Cumbre Iberoamericana lo entiende así-- que va más allá de la introducción de elementos técnicos; innovar en el sentido de efectuar cambios de procedimientos, de estructuras empresariales, de modelos de organización, de formas de abordar el comercio internacional… En fin, un concepto global de innovación,que incluye innovar en el sistema de la gestión pública. Hay que introducir nuevos criterios para la asignación de los recursos en materia de salud o de educación. La innovación entendida como un cambio, apoyado en el conocimiento, en la manera de hacer las cosas. Por eso la Cumbre trata de innovación y conocimiento.

Para llevar adelante este esquema hay que tejer una alianza entre los tres grandes actores: el Estado, la empresa privada y losambitos académicos . Dicha trilogía es la que va a dar la respuesta a los desafíos, y sobre ese principio estamos asentando, los trabajos de preparación de nuestra Cumbre, que tiene lugar unos días antes de la gran reunión mundial sobre Cambio Climático en Copenhague..

El último punto al que quiero referirme es a Iberoamérica, como región, como Comunidad, en este contexto. Hoy lo soy más Creo que América Latina tiene ante sí una gran oportunidad de llevar adelante un cambio profundo y conseguir un papel relevante en el panorama internacional.

El ingreso de Asia al comercio mundial nos ha transformado el escenario a todos, pero muy particularmente a América Latina. Somos países productores de alimentos, poseemos el quince por ciento de las tierras fértiles del mundo, somos productores muy importantes de todo tipo de energía, tenemos metales, albergamos el treinta y cinco por ciento del agua potable del mundo… La providencia nos ha dotado con una formidable base natural que hoy se está revalorizando por ese segundo piso, como suelo decir , que le pusieron China e India a la economía mundial. En ese segundo piso tenemos mucho que ofrecer. Tenemos una capacidad de gestión macroeconómica de la que carecíamos hasta ahora. Tenemos, además, posibilidades de inversión grandes que merecen ser conocidas. Eso es Iberoamérica hoy. Cuando hablamos de América Latina y la Península Ibérica nos referimos a un PIB similar al cuarenta por ciento del de los Estados Unidos , De modo que Iberoamérica cuenta hoy con un poder económico y un mercado interno considerables. En ese mercado interno existen oportunidades de inversión realmente formidables: en infraestructuras, en energía, en los transportes… La elección de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos en 2016 resulta en ese sentido de enorme trascendencia por las inversiones espectaculares que generará. Creo, que estamos ante una magnífica oportunidad, y eso nos obliga a pensar en cómo la aprovechamos. Hay deberes pendientes en América Latina. Ya mencioné uno, que es la reforma del Estado. Tenemos también el reto de la formación: incorporar el conocimiento al proceso productivo y dar a las pequeñas y medianas empresas la oportunidad de mejorar su productividad. Asimismo ,debemos aprovechar un elemento dinámico en Iberoamérica: las empresas multilatinas. Es importante reconocer la capacidad que han adquirido las empresas iberoamericanas para organizarse y jugar un papel significativo en la economía internacional.. Esa toma de conciencia de la necesidad de estructuras empresariales organizadas, potentes y dinámicas representa un importante capital.

Creo que el proceso de recuperación está en marcha, aunque va a durar por la persistencia de algunos elementos ya mencionados, como el desempleo, la fiscalidad o el endeudamiento. Pero lo que más me preocupa son los grandes desequilibrios de la economía mundial. Algo hay que hacer en esta materia, y sé que ahí existen enormes dificultades. Los países desarrollados seguirán con tipos de interés bajos, mientras que nosotros iremos hacia un interés más alto. Esto generará perturbaciones importantes por el destino de los flujos financieros. Gestionar esta situación no es fácil. Por tanto, los desequilibrios financieros internacionales constituyen un desafío importante para los años venideros.

En América Latina tenemos que afrontar muchos problemas, pero la oportunidad está ahí, presente. Iberoamérica debe ser consciente de que es una Comunidad con un enorme potencial y de que, en el mundo que viene, los países que la conforman cuentan con un marco para poder actuar juntos. Espero que no perdamos la oportunidad y que la Cumbre de Estoril nos brinde la ocasión para reflexionar y poner en marcha un auténtico proceso de innovación en nuestras naciones.

Enrique V. Iglesias, Secretário General IberoAmericano

(Este texto fue escrito en exclusidad para la edición cero de revista Raia Diplomática)

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